jueves, 23 de junio de 2011

Máquinas del tiempo


Siendo el tiempo libre de ir y venir, parece inmutable y sin ser notoria su transparencia fantasmal que escalofría hasta el más intrépido salto de una aguja en el reloj, que colgando frente a cada párpado del paisaje se desvela por no poder devolver alguna que otra hoja y desgastar una o dos rayas y letras trazadas por azares y planteamientos inolvidables que a veces no causan risa.

Y qué decir de las huellas husmeadas que he mirado de reojo por encima del hombro y a la espalda con todo y menos que por torpe ahora ahogan una mirada cuando siente, o cuando conoce el mismo peso en kilogramos de cada segundo que quedó detrás de cada puerta y ventana donde se asomaba, ni contando las gotas saladas olvidadas que regresan cuando ellas quieren y no se desea.

Mientras en la penumbra de una noche cualquiera se destruyen las sábanas de nubes sin lluvia y las tiñen truenos de fuego en piel ligera que siendo sombras y fantasmas deciden arremeter las venas saturadas. No hay siquiera una máquina del tiempo funcionando bien, al menos una que funcione, de todas formas son hojas como de piedra caliza que si se tatuaran de nuevo se desmoronarían existencias, trillos y caminos, al fin de cuentas dejaría de existir la joya preciada que ahora transita de lado a lado en el dormitorio con su desnudez que me enamora o los corazones gemelos que movilizan mis pies descalzos aun cuando en caminos pedregosos me levantan para saltar garrochas de montañas y ríos secos.

Así es, no hay remedio casero más concreto que aceitar los engranajes con coraje y atar los cordones de estos zapatos callejeros que rebotan y dan tumbos antes de cada caída de atardecer para ver donde los lleva, en cual lugar seguro se estacionarán esta noche a escampar.

(#1 - Junio 23, 2011
de "Cavilaciones de mi existencia")

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