miércoles, 21 de octubre de 2009

Encontrando quietud en la tormenta

Como dicen algunos muy queridos y cercanas personas a mí, si de “fusínganos y truénganos” se trata, cuan luz tan fuerte se puede ver a la distancia voceando que su estrepitoso rugir se hará sentir al parpadeo de las pupilas, así llega el anuncio de la tormenta que se avecina.

De igual manera se puede ver venir en la vida las situaciones complejas que se asoman con anticipación, anunciándose a veces con bombos y platillos y en otras ocasiones sigilosas y traicioneras entre brumas y neblina, cruzan lentamente el paraje para posarse frente a ti tan solo un poco tiempo después de vislumbradas a la distancia.

Se parecen a aquellas fotografías que vemos donde la perspectiva nos lleva por un camino largo y desde el tope hasta el final, entre pocas curvas o dirección directa, que lleva por entre verdes y rojizos tonos de acuarela, profundidad que concluye mostrando cierta luz entre salida de una nubes oscuras un poco tenebrosas y crean una desazón y un sentimiento de nostalgia, como de quien no sabe si lloverá suavemente o si saldrá un tornado por detrás de la colina.

Así es como llegan las tormentas, más que anunciadas, las vemos venir pero pensamos que podrían pasar de lejos, pero cuanto error es no preparar el corazón por si en lugar de llover nos caen la tormenta exactamente donde tenemos los pies puestos sobre la tierra. Comienza a llover fuerte, hace viento, sopla tanto que te mueve tu ropa ya totalmente húmeda por lágrimas de las nubes, marcando el contorno de la piel temblorosa que espera con sobresalto si algún rayo o centella se acercará.

Y es ahí cuando en la tempestad más cruel, la que daña el corazón, la que no define si escampará pronto o empeorará el temporal, es ahí cuando encontré manos que corrieron a cubrirme, personas que decidieron mojarse y llevarse encima la tormenta a mi lado, para que no me sintiera solo ni abandonado, es allí en ese momento que veía no las gotas de lluvia sino mis propias lágrimas acompañadas de las que estaban junto a mí, en ese momento se respira y justo en ese preciso momento es cuando fui encontrando quietud en la tormenta .

Puede que no haya acabado y que siga lloviendo más, pero sin soledad y con compañía la travesía va tomando forma, los tiempos pasan y entre grises y matices, veo naranjas, rojos y dorados, esperanzas y anhelos de vida.


Def. fusínganos y truénganos: relámpagos y rayos