domingo, 2 de noviembre de 2014

Reencuentros

¿Cómo le explicaría un hombre a un niño muy pequeño que va a estar bien? cuando crecía entre enormes y oscuros bosques, que en aquel cuarto de niños juguetones donde solo recibía esquinas solitarias para crecer o cobijarse entre burlas y molestias, siendo su llanto inocente solo esperaba el momento de salir para regresar a su cuarto donde habría de estar siempre seguro…

¿Cómo le explicas a un adolescente que tropieza con cuanta piedrita se agiganta ante sus pies entre cantos corales de burla y sonidos de torpeza que son canciones obsoletas de personas sin alma? ¿Cómo decirle que no es torpe, que sus ojos deberían ver al cielo y no los caminos de cemento, tierra y césped? ¿Cómo hacerlo, si el tiempo fue y ya no está?

Pues no parecería sencillo, la receta incluiría unas horas escondido en la soledad del silencio y así llevar el alma hasta que pareciera poder retroceder en el tiempo, al menos para ir a buscar ese niño y decirle: “tranquilo, sabes, ellos no saben quién eres ni lo que llevas dentro, todo va a estar bien”. Registrar luego aquellos pasillos llenos de camisas celestes para encontrarlo nuevamente mirando hormigas y decirle: “sabes, ellos no comprenden lo que llevas dentro, ellos no tienen corazón y tienen miedo porque saben lo que puedes llegar a ser”.

Le tomó al camino 26 años para un reencontró de oro, en que este amigo le dijo al hombre: “sabes, yo si veía lo que llevaba por dentro aquel muchacho, y era hermoso…”, el hombre suspiró en la silla de la conversación rodeado del jardín y la noche fresca, el amigo prosiguió “debes encontrarlo y aclarar todo ese asunto…y hacer las paces con él”, eran doradas y sabias palabras de un alma buena que había crecido grandemente con el tiempo.

Rodeado de un poquito de silencio, el espíritu aventurero del hombre regresó la mirada un poco atrás para ver los caminos, las rutas, las metas, y encontró que recientemente tras sacrificios y esfuerzos había bajado del escenario con dos papeles en sus manos que le ratificaban que aquellos niños y adolescentes estaban tan equivocados, por lo que acrecentó el silencio y buscó más hacia atrás, retrocediendo más y más, hasta que logró dar con aquel pequeño, lo miró, y encontró que en verdad era hermoso y tierno, en verdad lo era, no había nada malo en el, sus ojos brillaban por las lágrimas que había derramado, pero logro observar que si no hubiera atravesado eso no sería tan fuerte como lograría serlo, lo abrazó y le dijo “nada está mal en ti, todo va a estar bien, pero toma tiempo, ten paciencia”. Siguió el recorrido un poco más hacía adelante del reloj y encontró aquel muchacho de camisa celeste, escondido tras aquellos vidrios oscurecidos, lo miró y le sonrió, el muchacho se asustó pero él le dijo “No temas, ellos son personas sin corazón que no entienden tu alma, no estás mal, los esfuerzos que haces, todas esas veces que estudias hasta tarde en tu cuarto en lugar de salir a jugar serán premiados, pero ten paciencia”, sus ojos también brillaban pero con cautela, entonces lo abrazó y le dijo: “los cambios toman tiempo, todo cambiará pronto, no mires tu tiempo, mira el tiempo de Dios.” Cauteloso sonrió y se le permitió ver unos 7 años en su futuro como en un parpadeo de luz y vio que en verdad no era el extraño personaje que señalaban, solo era como la oruga en su capullo está a la espera del momento adecuado, viendo esto respiro tranquilamente y se abrazaron mutuamente. Entonces el hombre parpadeó y regresó a su tiempo, lloró un poco, pero a la vez encontró una alegría enorme en su corazón, pues se dio cuenta que su amigo le había dicho la verdad, ahora estaba listo para empezar de nuevo, su miedo de no pasar cuarenta solo era un presagio de cambio. El hombre pensó: ahora, una vez más vendrán muchos cambios, lo sabía en sus adentros, pero una vez más será cosa de asimilarlos y adaptarlos, porque no hay tiempo que perder, hay verdades encontradas y muchas por encontrar, ya no deberán permitirse grandes temores, solo miedos pequeños a las sombras que se esfumarán con bonito pensamiento de luz.

Entonces el niño, el muchacho y el hombre se dieron cuenta que había pasado ya mucho tiempo y que aunque muchas cosas no tenían explicación o sentido entendible para ellos, una vez más todo iba a estar bien, así que se abrazaron, agradecieron y comenzaron juntos una nueva aventura: la de vivir su presente intentado hacerlo de la mejor forma: con amor.




Por Luis Barboza
A: DOA, quien desde siempre pudo ver más allá de lo que aquel hombre podía ver. Infinitas Gracias!

2 comentarios:

  1. Hermosas palabras escritas desde el alma. Una gran lección de vida Luicito.

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  2. Gracias por leerlo Rafita. La verdad definitivamente una bella oportunidad la que Dios me ha dado de vivir, y en la que poco a poco se van comprendiendo las cosas.

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