¿Cómo le explicaría un hombre a un niño muy pequeño
que va a estar bien? cuando crecía entre enormes y oscuros bosques, que en
aquel cuarto de niños juguetones donde solo recibía esquinas solitarias para
crecer o cobijarse entre burlas y molestias, siendo su llanto inocente solo
esperaba el momento de salir para regresar a su cuarto donde habría de estar siempre
seguro…
¿Cómo le explicas a un adolescente que tropieza con
cuanta piedrita se agiganta ante sus pies entre cantos corales de burla y
sonidos de torpeza que son canciones obsoletas de personas sin alma? ¿Cómo
decirle que no es torpe, que sus ojos deberían ver al cielo y no los caminos de
cemento, tierra y césped? ¿Cómo hacerlo, si el tiempo fue y ya no está?
Pues no parecería sencillo, la receta incluiría unas
horas escondido en la soledad del silencio y así llevar el alma hasta que pareciera
poder retroceder en el tiempo, al menos para ir a buscar ese niño y decirle: “tranquilo,
sabes, ellos no saben quién eres ni lo que llevas dentro, todo va a estar bien”.
Registrar luego aquellos pasillos llenos de camisas celestes para encontrarlo nuevamente
mirando hormigas y decirle: “sabes, ellos no comprenden lo que llevas dentro,
ellos no tienen corazón y tienen miedo porque saben lo que puedes llegar a ser”.
Le tomó al camino 26 años para un reencontró de
oro, en que este amigo le dijo al hombre: “sabes, yo si veía lo que llevaba por
dentro aquel muchacho, y era hermoso…”, el hombre suspiró en la silla de la conversación
rodeado del jardín y la noche fresca, el amigo prosiguió “debes encontrarlo y
aclarar todo ese asunto…y hacer las paces con él”, eran doradas y sabias
palabras de un alma buena que había crecido grandemente con el tiempo.
Rodeado de un poquito de silencio, el espíritu aventurero
del hombre regresó la mirada un poco atrás para ver los caminos, las rutas, las
metas, y encontró que recientemente tras sacrificios y esfuerzos había bajado del
escenario con dos papeles en sus manos que le ratificaban que aquellos niños y
adolescentes estaban tan equivocados, por lo que acrecentó el silencio y buscó
más hacia atrás, retrocediendo más y más, hasta que logró dar con aquel
pequeño, lo miró, y encontró que en verdad era hermoso y tierno, en verdad lo
era, no había nada malo en el, sus ojos brillaban por las lágrimas que había derramado,
pero logro observar que si no hubiera atravesado eso no sería tan fuerte como
lograría serlo, lo abrazó y le dijo “nada está mal en ti, todo va a estar bien,
pero toma tiempo, ten paciencia”. Siguió el recorrido un poco más hacía
adelante del reloj y encontró aquel muchacho de camisa celeste, escondido tras
aquellos vidrios oscurecidos, lo miró y le sonrió, el muchacho se asustó pero él
le dijo “No temas, ellos son personas sin corazón que no entienden tu alma, no
estás mal, los esfuerzos que haces, todas esas veces que estudias hasta tarde
en tu cuarto en lugar de salir a jugar serán premiados, pero ten paciencia”,
sus ojos también brillaban pero con cautela, entonces lo abrazó y le dijo: “los
cambios toman tiempo, todo cambiará pronto, no mires tu tiempo, mira el tiempo
de Dios.” Cauteloso sonrió y se le permitió ver unos 7 años en su futuro como
en un parpadeo de luz y vio que en verdad no era el extraño personaje que
señalaban, solo era como la oruga en su capullo está a la espera del momento
adecuado, viendo esto respiro tranquilamente y se abrazaron mutuamente.
Entonces el hombre parpadeó y regresó a su tiempo, lloró un poco, pero a la vez
encontró una alegría enorme en su corazón, pues se dio cuenta que su amigo le
había dicho la verdad, ahora estaba listo para empezar de nuevo, su miedo de no
pasar cuarenta solo era un presagio de cambio. El hombre pensó: ahora, una vez
más vendrán muchos cambios, lo sabía en sus adentros, pero una vez más será
cosa de asimilarlos y adaptarlos, porque no hay tiempo que perder, hay verdades
encontradas y muchas por encontrar, ya no deberán permitirse grandes temores,
solo miedos pequeños a las sombras que se esfumarán con bonito pensamiento de
luz.
Entonces el niño, el muchacho y el hombre se dieron
cuenta que había pasado ya mucho tiempo y que aunque muchas cosas no tenían
explicación o sentido entendible para ellos, una vez más todo iba a estar bien,
así que se abrazaron, agradecieron y comenzaron juntos una nueva aventura: la
de vivir su presente intentado hacerlo de la mejor forma: con amor.
Hermosas palabras escritas desde el alma. Una gran lección de vida Luicito.
ResponderEliminarGracias por leerlo Rafita. La verdad definitivamente una bella oportunidad la que Dios me ha dado de vivir, y en la que poco a poco se van comprendiendo las cosas.
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